Kathleen Fournier es una adolescente de 16 años que lleva una vida normal, con lo que estaba más que conforme.
Sin embargo, un día comienza a ver a un extraño chico de ojos ambarinos, a quien nadie más podía ver aparte de ella. Su peor error fue seguirlo; terminando en las profundidades del bosque.
Cuando por fin lo encuentra, se ve arrastrada a un mundo en donde la esperan dos cosas: ganar, o morir.

lunes, 13 de enero de 2014

Capítulo 2: Confundida.


[CAPÍTULO EN CONSTRUCCIÓN, va a ser renovado dentro de poco.] Recomiendo leer la historia luego de que la renovación de los primeros capítulos esté hecha.

—Mike, ¿ha regresado tu hermana? Ya me estoy preocupando…
—No, espero que no le haya pasado nada…
—Tranquilo, seguro estará bien. No te preocupes, ya regresará, ¡estoy segura! Así que ve a tu habitación.—Dijo Olivia con el tono más tranquilo que pudo—. <<Cielos, ¿donde estará Kathleen? ¿Y si la han raptado? ¿O se ha perdido? ¡Oh, Kathleen, por todos los cielos, vuelve ya!>>

Mi madre no pudo contener una lágrima, y llamó a la policía.

—…¿H-Hola? Si, quisiera reportaros que mi hija se perdió, si...en el bosque, y no vuelve desde hace más de cuatro horas, por favor, ayudadme…





—Olivia, ¿y si ayudamos a la policía a buscarla? Así la encontraríamos más rápido.


—Buena idea Mike. Vayamos entonces, pero trae un par de linternas.


—Vale, pero, ¿y Melanie?


—Bah, ella está dormida como un tronco, ni se percatará.














Cuando desperté sentía una jaqueca increíblemente fuerte…, espera, ¿qué hago aquí? ¿dónde estoy? ¿qué está pasando? Ya es de día, ¿qué habrá pasado con el bichejo de ojos dorados?... Mmm, no importa, esas dudas las resolveré luego.


Me cuesta abrir los ojos, me duele todo el cuerpo. Siento que no puedo moverme, es horrible, y además de eso, por tanto caerme mientras escapaba, tengo un montón de heridas por todas partes, en la cara, en los brazos y en las piernas... Más bien lo siento, por que no puedo abrir los ojos.


Tuve que hacer un gran esfuerzo en abrirlos, sentía un gran peso en los párpados. A mi alrededor hay un montón de plantas, pero no estoy en el bosque…


Estoy tirada en el suelo, sin poder moverme,… Espera...






—¡AAAAH!—ese grito fue lo único que pude soltar al ver que al frente mío hay dos chicas, una armada y la otra no, mirándome, una de ellas es rubia, con el cabello super ondulado, ojos verdes azulados, que parece de buen humor, mientras me mira, tiene una sonrisa dibujada en el rostro, parece amigable. La otra chica tiene un aspecto bastante distinto, me mira extrañada, pero no parece malhumorada, tiene el cabello lacio y marrón, ojos marrones y grandes, y está maquillada en los ojos, pero solo delineador y un poco de sombra marrón.


—Oye, no te asustes, no te haremos nada, ¿necesitas ayuda? Parece que no te encuentras en muy buen estado, que digamos…—me dijo la chica rubia.


—Dios mío, estás sangrando, ¿puedes moverte? —me dijo la otra chica, en tono preocupado, luego se arrodilló y me revisó—. No creo que puedas moverte, Elisea, tiene el tobillo torcido, y el brazo tiene una herida un poco profunda…, chica, te llevaremos con un doctor, ¿si?


—¿¡QUIÉNES SOIS!?—exclamé al ver que la chica rubia sacó una espada, sonriendo irónicamente.
—Oh, lo siento —dijo la chica castaña— yo me llamo...
—No hay tiempo para explicaciones —intervino la rubia—, debemos llevarla con un doctor... —de repente se puso seria, mirándome mejor— Espera un momento... ¡Espera un momento! ¡Tus ojos...! ¡Tus ojos! —repitió— ¡Eres una ente! —me apuntó con una daga que llevaba en su cinturón de la armadura— ¿Qué haces tú aquí?


—¿¡Pero qué...!? ¿Una ente? ¡Soy completamente humana! ¡Y los entes no existen!
—Entonces...—intervino la castaña— apártate el cabello de la cara. —hice lo que me pedía— No es ninguna ente. Entonces debe de ser... ¡¡Oye!!






De un segundo a otro, me incorporé rápidamente, con gran esfuerzo, y le arrebaté a la chica rubia la daga de la mano, primero apuntándolas, y luego escapando. Estaban más mal de la cabeza que yo.
Me levanté y salí corriendo todo lo rápido que me permitía mi tobillo torcido, ayudándome agarrándome de los árboles.






No me importaron mis heridas sangrantes ni mi tobillo, quien sabe qué habrá querido hacer la chica rubia con esa espada, seguro que me iba a desplomar y llevarme a vete a saber qué lugar para luego hacer vete a saber qué conmigo—seguramente asesinarme—. O tal vez me mate en el momento, aún peor.


Mientras corría oí que alguien gritaba <<¡Niña, no te haremos nada, ven! ¡Ten cuidado!>>, pero no les hice caso y seguí corriendo, hasta que no las vi más, por suerte. En esas condiciones me preguntaba cómo rayos conseguí moverme, con cortes por todas partes y un tobillo dislocado.


Finalmente me desplomé en el suelo, ya no podía correr más. Se me cerraron los ojos.


















—¡Kath! ¡Kathleen, oh, por Dios! ¡Kathie, despierta, por favor! ¡Kathleen!—oí la voz de mi ¿madre? Seguramente, porque había ido al bosque y me perdí, encontré a dos chicas raras que casi me mataron, obviamente que me estaban buscando, ¡qué suerte que me encontraron!



Una mano me oprimió levemente el cuello. Suspiró aliviado.






—Tranquilícese, señora, su pulso es correcto. Son solo cortes superficiales, pero el del brazo es bastante grave.— dijo una voz que no reconocí.






Intenté abrir los ojos, y, para mi sorpresa, incluso pude incorporarme sin problemas. Estaba tendida en mi cama, y alrededor mío estaban mamá, Mike, mi hermano mayor de 18 años, Melanie, mi hermanastra, ésta, sentada modosamente en una silla con el mentón alto, y Lilly y Daniel. Todos me dirigieron una sonrisa—exceptuando a Melanie, claro— y todos estaban muy preocupados. Un doctor me estaba curando las heridas.






—Kathleen, ¿estás bien? ¿sientes algún dolor?


—Tengo una jaqueca terrible.—dije media dormida.


—¡Kath! Te estuvimos buscando por horas, ¿Qué te pasó?— me preguntó Mike, mi hermano.


—¿Cómo te hiciste… eso?—me preguntó Melanie con voz ignorante, levantando una ceja.


—Hija, ¿qué es lo último que recuerdas? ¿cómo te hiciste estas heridas?—preguntó mi madre en tono preocupado.


—Pues… Lo último que recuerdo fue que me perdí en el bosque, escuché ruidos raros y algo o alguien me comenzó a perseguir, hasta que finalmente me atrapó. Tenía la tez pálida, de color azul bien claro y pálido, como un vampiro, y colmillos. Y ojos color ámbar. —me paré un instante y puse los ojos en blanco—. Luego, cuando desperté, era de día, estaba como en una especie de reino, por fuera de las murallas, y había dos chicas mirándome, una rubia armada de ojos claros y una de cabello moreno y ojos café. En cuanto las vi salí corriendo, pero no duré mucho, porque me caí al suelo gracias a mi tobillo doblado.




Melanie rió entre dientes. Los ojos del doctor relucieron un momento, de un color aguamarina.







—¡Por Dios, Kathleen! Estás delirando. ¡En un reino! ¡Semejante cosa!—dijo Olivia.


—Ay, Kathie, ¿de verdad crees que nos vamos a creer ese cuentecito?—dijo, y soltó una risita.


—Yo si le creo.—me defendió Mike, fulminándola con la mirada.






Mi madre suspiró.



—Dejad de pelear por una vez...—dijo haciéndose unos masajes en la frente.


















—¡Te lo digo, Daniel, sé exactamente lo que vi, no me imaginé nada de nada! —le dije a Daniel mientras caminábamos hacia el aula.






Nos paramos un momento.






—Yo te creo, Kathie, de verdad, pareces muy segura de ti misma. —dijo Lilly sonriéndome y dándome unas palmaditas en el hombro.






Lancé un resoplido. Esa mañana no estaba de muy buen humor que digamos.






—Bueno, pues si estas tan segura de lo que viste, ¿por qué no vamos mañana al salir de la escuela a la zona del bosque donde viste al “vampiro”?—preguntó Daniel burlonamente.


—¡Daniel tiene razón, Kathie! ¡Hay que investigar!—dijo Lilly con una sonrisa de oreja a oreja. Al parecer no se dio cuenta del tono burlón de Daniel, y este puso los ojos en blanco.






Gemí.






—Chicos, no estoy muy segura de querer volver allí, quien sabe qué quiere hacer ese vampiro con nosotros. Y estarían en peligro. La verdad es que allí no vuelvo.






Lilly me miró con cara de súplica.






—¡Por favor! Vamos Kath, di que si, no pasará nada, en todo caso llevemos un cuchillo o algo así. Entonces tendremos con qué atacar si viene.






Lancé un profundo suspiro.






—Psé… Está bien, pero con una condición, todos llevamos arco y flecha por las dudas, ¿vale? Aunque me da una sensación horrible el hecho de matar a un monstruo… o más bien el hecho de matar.


—¿A quien planeas matar, Kathie, al dragón que viste en el bosque?—me preguntó de pasada mi estúpida hermana Melanie, o más bien, mi hermana perfecta, ni siquiera somos hermanas de sangre, ella es en realidad mi hermanastra, porque mi madre murió cuando tenía 2 años, entonces me quedé con mi hermano y mi padre, que se casó con una mujer rubia que también había perdido a su pareja, por lo que yo y Mike somos sus únicos hijos. La mujer rubia es mi actual madrastra, ella había tenido a Melanie con su ex-pareja, pero mi padre misteriosamente desapareció hace unos cuántos años, y no lo volvimos a ver nunca más…

Sus amigas, Brenda y Leslie, soltaron una risita de bruja.






—Ay, Mely, creo que necesitas tomar una aspirina, estás delirando ya, imaginas que existen los dragones...—dijo Lilly simulando hacer cara de pena.


—La verdad es que Lilly tiene razón, Melanie, deberías ir a un psicólogo —apoyó Daniel a Lilly. Melanie al oír la voz de Daniel dio un respingo.






A Melanie le gusta Daniel—y Alan Bertlinn y todos sus amigos—, pero él la detesta, ya que ella le intenta seducir descaradamente, cuando viene a casa con Lilly, utiliza vaqueros ceñidos y labial de no-se-qué con cereza. Melanie le tiró de la corbata del uniforme a Daniel.



—¡Oye, al fin te has hecho el nudo de la corbata como Dios manda!— le dirigió una sonrisa y una mirada seductora— Aunque no del todo bien. Te lo haré yo.



—No, estoy bien, Melanie, no hace falta... ejem... igualmente gracias...— levantó una ceja, se colocó bien la corbata y carraspeó.



Miré a Lilly, que sonreía divertida, pero en sus ojos pude ver un brillo extraño que no era nada divertido.


Mi hermanastra se dio la vuelta meseando sus perfectos rizos color cobre rojizos y se fue con el mentón en alto junto a sus “amiguillas”






—Esta chica me tiene harta—dije yo, llevándome una mano a la frente —. La semana pasada puso un “perfume” hecho por ella con un olor realmente asqueroso y roció a mi ropa recién lavada. ¿Tienen idea de cuantas veces tuve que lavar todo de vuelta?


—Pobre Kathie...—me dijo Daniel dándome unas palmaditas de ánimo en el hombro—…¡Oh, shit!—la maldición salió de lo más hondo de su ser, y lo dijo tan alto que los demás alumnos voltearon a vernos, pero él pareció no darse cuenta—. Hay que ir rápido a clase, si no nos van a dar un buen sermón. —puso los ojos en blanco, mirando el reloj, y luego me dirigió una sonrisa burlona—. Oye, Kath, no te vuelvas a dormir en clase, eh—me dijo dándome un codazo amistoso en las costillas, y yo le dirigí una mirada de reproche.


—Pues me tendrán que esperar, debo ir al lavabo—dije deteniéndome unos pasos antes de llegar al aula.— decidle alguna excusa a el profesor.


—Vale, yo me encargo de excusarte—dijo Lilly, y acto seguido le cogió la mano a Daniel. No estoy muy segura, pero me pareció ver que Daniel se sonrojó.



Corriendo, doble la esquina hacia el pasillo con los casilleros, ya que era un atajo hacia el pasillo donde se encontraban los lavabos.






Pero cuando pasé por al lado de los casilleros, una mano me agarró por el brazo y me empujó contra los casilleros. Cerré los ojos por el impacto, y cuando los abrí de nuevo vi que era Alan Bertlinn, que me tenía acorralada con su grupo de amigos.



Ahora sí que me podía olvidar de seguir viviendo. Recordé lo que ocurrió ayer en el bufet, y cómo me agarró fuertemente por el brazo y me dijo: <<Me las pagarás, ¿oíste, renacuajo?>>, y al parecer, no se olvidó.



—Oye, oye, ¡pero mirad a quien tenemos aquí!— esbozó una sonrisa sádica.— ¿Ves esto?— me mostró su mano, que tenía una venda blanca por toda la mano.— Había dicho que me vengaría, ¿no es así, renacuajo?


—¡Sueltame!—le espeté entre dientes.


—Oh, de ninguna manera— escuché una leve risa por parte de él, suave y melodiosa, que sin embargo hizo que todos los pelos de la nuca se me pusieran de punta.— No tengo ni idea de cómo pudiste quemarme la mano, pero no me puedo quedar de brazos cruzados.



Alzó la mano, pero antes de que pudiera hacerme nada, le di una patada ya saben donde, me solté bruscamente y salí corriendo por los pasillos.



—¡Se escapa!— oí que dijo uno de sus amigos, y me puse a correr más fuerte.



Ni me daba cuenta de por donde iba, pero debía escaparme de ese tipo como sea. Entré en otro de los pasillos, ¡si, por fin suerte! era el otro pasillo con casilleros, donde se encontraba el mío. Abrí mi casillero y me escondí dentro.






Estaba sin aliento, con las mejillas ardiendo—y seguramente, con todos los cabellos revueltos por correr por media escuela— y mi corazón palpitaba rápidamente. Estuve allí dentro un rato, y luego oí unos pasos acelerados por el pasillo. Por la pequeña rendija del casillero pude ver que eran Alan y sus amigos, que me buscaban, contuve la respiración, pero, por suerte, pasaron de largo. Cuando me aseguré de que ya se habían ido, suspiré aliviada.



Estaba dispuesta a salir hacia clase, pero luego oí nuevamente pasos que se acercaban por los pasillos, y me quedé dentro del casillero.


Pero, para mi mala suerte, me choqué el codo e hizo bastante ruido, con esperanza, ahogué un grito.



Los pasos se acercaron cada vez más a mi casillero, y se detuvieron justo delante de él, ¡maldita sea, ahora no! Alguien abrió el casillero.



—¿Kathleen?—me dijo.






¡Oh, Dios mío, gracias! Era el consejero escolar, la única persona de la escuela que me agradaba.



—¿Qué haces aquí? ¡Pareces terriblemente trastornada!


—Yo... Escapé... Alan Bertlinn...—balbuceé jadeando.


—¿Alan Bertlinn? ¿El que te acosó con golpearte ayer? ¡Dios mío! ¿Por qué no pediste ayuda?—me ayudó a salir del casillero.


—No había nadie en los pasillos... y nadie me escucharía.


—¿Estás herida?—me preguntó


—No. Ahora debo ir a clase.—dije fríamente.


—No te puedes presentar a la clase con esta pinta. Sospecharían, al menos ve al lavabo y lávate la cara para disimular.


—Vale.—fui corriendo a los lavabos, y me miré en el espejo. Dios mío, es verdad, no me podía presentar a clase con esta <<pinta>> como la había llamado el consejero. Si no, sospecharían.



Tenía las pupilas dilatadas de espanto, y mis mejillas estaban encendidas, además, estaba sin aliento y me dolía terriblemente la cabeza. Agarré mi cartera de la escuela y busqué entre los libros que llevaba, una pequeña cajita que me había regalado Lilly precisamente para este tipo de situaciones. Tomé un pequeño algodón y lo puse con agua helada, y me la pasé por las mejillas, para esconder el rubor, y luego tomé un cepillo pequeño y me cepillé los cabellos. Bebí un poco de agua de mi botella para recuperar el aliento, y luego volví a clase, Lilly y Daniel habían puesto la excusa de que me dolía terriblemente la cabeza y que fui a ver a la enfermera.



El resto de la clase pasó con una lentitud impresionante y me costaba concentrarme, con tantas cosas en la cabeza, y, además de que me dolía horriblemente, sentía que estaba a punto de desmayarme.



Al final de la clase mi madre le preguntó a Lilly si quería quedarse a dormir, y ella accedió encantada, además de que estaba ansiosa por descubrir a ese <<vampiro>>.


















—¡Kathie! ¡Kath, levántate! ¡Ya es la hora!—me susurró Lilly, emocionada.


—No… quiero… tengo sueño…—dije con voz cansada, y me tapé entera con la manta.






La verdad es que no me hacía especial ilusión salir allí afuera en mitad de la noche a buscar a un vampiro.






—¡A mi no me vengas con eso! ¿Sabes qué haré si no te levantas?— me susurró enfadada.


—Haz lo que quieras.—dije, y me puse la almohada en la cara para no oírla.


—Tú lo pediste… ¡Pues empezaré con mis refranes!…






Puse los ojos en blanco.


Me desperté como un resorte, cuando Lilly empieza con los refranes, se pone realmente insoportable.






—¡Vale, vale, ya salgo! ¡Pero no empieces con los malditos refranes!—dije, en susurro, para no despertar a mamá, ni a Mike, ni a Melanie.






A regañadientes salí de la cama, y Lilly me tendió un jersey gris y unas calzas de color marrón, unas botas pequeñas y una bufanda.






—Vamos, Kath, Daniel nos está esperando afuera.


—¡Vale, que ya terminé de camb…—no pude terminar la frase, porque Mike entró a mi habitación con una linterna.


—…¿Kath?... ¿Qué rayos hacéis despiertas a esta hora? ¡Me habéis despertado! ¿Y a dónde se supone que iréis a estas horas?—me regañó Mike.


—Tranquilo, Mike, te explicaré solo si prometes que mientras no estemos que distraigas a todos, ¿vale? Y que nadie se de cuenta de que no estamos —susurró Lilly, y Mike asintió con la cabeza y cuando Lilly le contó, prometió que distraería a mamá y a Melanie.


—¡Bien, yo me ocupo de Melanie y mamá! Pero tengan cuidado.—susurró, y se despidió guiñando un ojo y se fue.


—¡Perfecto! Ahora baja por esa soga que colgué de la ventana, Kathie, está bien amarrada, así que no se desatará


—Vale.—dije cansada, y bajé por la soga, tratando de no mirar al suelo, porque me daba una tremenda sensación de vértigo. Seguida de mí salió Lily.


—¡Chissssst! Tranquila, te tengo—me dijo una voz.






Mientras bajaba por la soga, estaba semi-dormida, por lo que a media soga patiné y caí y solté un chillido, pensando que me iba a estrolar contra el piso, pero no, con los ojos cerrados sentí que alguien me sostenía.



Era Daniel.






Rápidamente me solté de sus brazos.






—Eh… Gracias—dije, y me di la vuelta rápidamente, avergonzada y con las mejillas encendidas y le hice señas a Lilly para que se apresure.


—Ya, ya… ¡vayamos, pues!—dijo Lilly, y me guiñó un ojo.


















Cuando llegamos al bosque, sentí una desagradable sensación de deja-vu, y me estremecí del susto, la verdad es que tenía la sensación de que alguien nos espiaba, por lo que cada 2 segundos miraba alrededor. Todos nosotros teníamos un arco y flecha a mano.






—Aish, estoy harta de no encontrar a este maldito bicho. Hagamos algo, vayamos por separado, tú, Kathie, por allí, yo por aquí y tú Daniel, ven conmigo, si Kath es su principal presa, tiene que estar sola, entonces cuando te ataque, Kath, tú di “¡Ya!” y nosotros atacaremos al vampiro. Y dame tu arco y tus flechas, no te puede ver armada.


—Vale. La verdad es que no me gusta el echo de estar sola esperando a que un vampiro me ataque.—dije con tono desabrido.






Fui hacia la dirección que me indicó Lilly, estuve allí esperando como una tonta para que aparezca el maldito vampiro, como ya se me hacía que no lo encontraríamos, me dispuse a salir de mi lugar y volver con Lilly y Daniel.


Pero de pronto oí un ruido y me paré en seco.


De entre los arbustos apareció un vampiro, con los ojos ámbar mirándome curiosamente. Y la tez tan pálida como una sábana, y esos extraños colmillos, tenía una belleza incomparable… era un vampiro, no una vampiresa, y se acercaba a mí lentamente… e instintivamente di unos pasos hacia atrás, tragando saliva, me temblaba todo el cuerpo. Pero no. Sería muy cobarde no hacerle frente, por lo que levanté un poco la barbilla, y le apunté con una daga que le arrebaté a la chica rubia. Apenas recordé que tenía que gritar.






—¡YA! —grité con todas mis fuerzas, y el vampiro, desconcertado, me miró fijamente.






Cuando se dio la vuelta, se desplomó en el suelo como un saco de patatas dando un grito de dolor.






—¡Si! ¡Lo logramos, bien hecho, Daniel! —dijo Lilly, mientras Daniel miraba al vampiro con los ojos abiertos como platos, horrorizado… Como si no pudiera dar crédito a lo que veía, y yo me acerqué al vampiro, y lo miré fijamente a los ojos…


—Por… favor… salvadme… yo no os quería hacer daño.—dijo con voz áspera el vampiro, y yo le saqué la flecha clavada.


—Sé quien eres. ¡Tú eres la persona que estaba tras la ventana! ¿Por qué… por qué me estabais persiguiendo?—dije jadeando, enturbiada por la herida sangrante.


—Lo… lo siento si os asusté, pero yo solo quería hablar con usted.


—¿De verdad?—dije, perpleja.


—Si…


—Kathie, no te dejes llevar por ese bicho, mejor vámonos…—dijo Lilly, jadeando, y se habría caído si Daniel no le hubiera rodeado la cintura con un brazo. Dios mío, estuvo todo el tiempo entusiasmada con atrapar a un vampiro y ahora se quiere largar.






—La verdad es que sí, debemos irnos, Kath, es peligroso. Eh, Lilly, pareces un poco mareada…






De pronto Daniel también parecía mareado.






—¡No, por favor, os lo suplico, ayudadme!


—¿Cómo?


—Necesito… Necesito llevar a la elegida, a miss Kathleen Fournier al Reino de Desideria…








—¿QUÉÉÉ?—recitamos al unísono yo, Daniel y Lilly.