Kathleen Fournier es una adolescente de 16 años que lleva una vida normal, con lo que estaba más que conforme.
Sin embargo, un día comienza a ver a un extraño chico de ojos ambarinos, a quien nadie más podía ver aparte de ella. Su peor error fue seguirlo; terminando en las profundidades del bosque.
Cuando por fin lo encuentra, se ve arrastrada a un mundo en donde la esperan dos cosas: ganar, o morir.

sábado, 8 de febrero de 2014

Capítulo 4: A punto de comenzar la aventura.

Nyajajajaja x3 ¡Hola gentecilla!<3 ¡Volví y con el capítulo 4 ya terminado!  Lamento la tardanza, de verdad ^^ POOORRR CIERTO: Esto es importante, ahora coloqué una nueva pestaña allí arriba, al lado de "Personajes" que dice "Capítulos", allí pongo botones que os llevarán al capítulo que queráis (ya sea el 1, el 2...y así...) clickean sobre el botón del capítulo correspondiente e irán mágicamente al capítulo deseado.¡Bueno! no los hago atrasar más y les dejo la lectura, ¡¡¡espero que les guste!!! (Es más larguo que los anteriores, antes eran de 9 u 11 hojas en Word, pero estas son 14) He aquí el capítulo 4:


Sábado 04/06  Cumpleaños de Olivia.

A la mañana siguiente, sonó el maldito despertador a las 8:00. Con la cabeza hundida en la almohada, todos los cabellos revueltos y mi patético pijama de snoopy del que Melanie siempre se burlaba, al igual que Mike, y a mi madre se le escapaba la risa. Semi-dormida, gruñí y alargué el brazo fuera de la frazada palpando la mesilla de luz para apagar el despertador. Me quedé dos minutos sin reaccionar hasta que en un punto decidí levantarme de la cama.
Por suerte no había tenido tiempo de desordenar otra vez el maravilloso orden que consiguió armar mi madre ayer.

Me levanté de la cama y me dirigí al baño. Primero que todo me di una ducha de agua fría para espabilarme, utilizando el primer shampoo que encontré. Salí de la ducha—ya que tengo el cabello de una medida media no tardé demasiado— y me vestí otra vez con mi pijama, y luego me comencé a cepillar los dientes.
Me pregunto por qué rayos hoy el despertador sonó tan temprano para ser sábado—más bien qué pensaba anoche que lo coloqué tan temprano—. Por aquellas salidas a las cuatro de la mañana tenía un sueño terrible. Y también me pregunto si Fredrik ya ha ido a Desi… ¿cómo era?  Oh, no importa, ya me lo aprenderé. ¿Por qué no se oían ruidos fuera? ¿Es que nadie está despierto?

De repente abrí los ojos como platos, y del susto me tragué un poco de pasta dental, y comencé a toser.
¡Oh, Dios mío, me había olvidado! ¡El cumpleaños de mamá! Me apresuré a enjuagarme la boca—igualmente me quedó una horrible sensación en el estómago por la pasta dental—, peinarme y vestirme con las botas de ayer, unos vaqueros viejos, una remera de mangas largas y arriba un jersey no muy presentable, era de lana y picaba demasiado. De repente sentí una imperiosa necesidad de vomitar por el dentífrico. Pero, por suerte, no pasó nada.

Bajé las escaleras a toda prisa —maldiciendo ese suéter que me hacía rascarme por todos lados—, y vi que no había nadie.

—¿Hola?

De repente alguien me coge de la muñeca y me arrastra hacia un cuarto pequeño donde guardamos algunas cajas y cosas para donar.

—¿Qué dem…?—murmuré.
—Chist—me dijo una voz, y cuando prendí la luz vi que era Melanie quien me lo había dicho, también estaba Mike. Ni rastro de mamá— No hagas ruido, Kathleen.
—No hay que despertar a Olivia.—me dijo Mike.
—¿Dónde está? Se supone que le daríamos la sorpresa.
—Exactamente. Estamos esperando a que baje para salir de aquí y tirarle confeti. Y sorprenderla.—dijo Mike.

Hoy Melanie estaba realmente contenta, nunca imaginé verla sin su tono arrogante de siempre.

—¡Chissssssst! ¡Ahí viene, ni se os ocurra hacer ruido!—susurró Melanie entusiasmada.

Cada vez se escuchan más cerca los pasos de mamá, mientras yo le hacía piecito a Melanie para que alcance ver a por la alta ventanilla de la pared, que apuntaba justo a la sala de estar.

—¿Melanie, cariño? ¿Mike? ¿Kathleen?

Salimos todos corriendo de el pequeño cuarto y corrimos a abrazarla, y luego le tiramos confeti.

—¡Feliz cumpleaños!—le dijimos al unísono.
—¡Gracias, tesoros!
—¡No hay de qué, mamá! ¡Ven, tenemos un regalo para ti!—le dije, y Melanie corrió a sacar el regalo del escondite.
—¡Ten! ¡Espero que te guste!—le tendió la bolsa.

Abrió el paquete sonriendo.

—¡Oh! ¡Un bolso, qué bonito, gracias!

Nos abrazó a cada uno, tan fuerte que nos quedamos sin aire.

Pero Melanie y Mike tenían otra sorpresa para ella. Abrieron la puerta y entraron mi tío Andrew y mi tía Anna. Corrieron a abrazarla.
Mi madre casi se desmaya de la sorpresa. Y naturalmente yo también. ¿Habían preparado otra sorpresa y no me lo dijeron? Se suponía que lo haríamos juntos… Me quedé paralizada. Saludaron a todos, menos a mí, parecía como si no me hubieran visto.

—¡Feliz cumpleaños, Olivia!
—¡Gracias, Anna! ¡Gracias Andrew! ¡Estoy tan contenta de que se tomaran el trabajo de viajar de Francia hasta aquí solo por mi cumpleaños!
—¡No nos lo tienes que agradecer, querida! Ha sido todo idea de Melanie y Mike.
—Oh, ¡muchas gracias!—les dirigió una mirada cariñosa.
—¡Eh, vamos a por el pastel!—dijo Mike, al parecer tenía hambre. Solté una risita. Había sonado como un niño pequeño.

Mi madre también soltó una risita.

—¡Vale, vamos!

Nos pasamos toda la tarde (hasta las 16:15 más o menos) con el pastel, charlando, mirando películas y videos viejos de la familia. En uno de los videos pude ver a Melanie de pequeña con dos años. Era una monada, con unos rizos rojizos en el cabello y unos enormes ojos azules. Cada vez que aparecía ella, se sonrojaba, al parecer no le gustaba que la vean de pequeña. También en los álbumes de fotos estábamos yo y Mike; él era al igual que Melanie, toda una monada. Y yo tenía, al contrario que Melanie, a los dos años, el cabello oscuro y lacio, con los ojos verdes. Luego pasamos de página y había una foto de mi padre sosteniéndome en sus brazos. Aquello provocó que me diera una imperiosa necesidad de llorar.
Nos quedamos todos mudos. Yo apreté los labios, que de pronto se me habían puesto a temblar. Fantástico.

—Yo… ehmmm… iré a mi habitación, creo… que Lilly me está llamando—dije finalmente, y me fui lentamente hacia arriba. Al parecer aquello había afectado de alguna manera mis cuerdas vocales.

A mis espaldas sentí todos los ojos compasivos—incluso los de mis odiosos tíos postizos—clavados en mí.

Me encerré en mi habitación con llave. Mi padre… él no había muerto, se fue al lugar en el que debo ir yo ahora…

<<Pero no podré verle porque el ya murió>>—pensé.— <<Ya está Kath, ya se arreglará todo y te escaparás de este mundo.>> <<¡Pero no puedes dejar a tu familia!>> me dijo otra vocesita en mi cabeza. No le hice el menor caso, porque casi en el mismo instante vi otra carta en el marco de mi ventana.
Estaba tan perdida en la carta que no me di cuenta de que me llamaban desde afuera.
Cogí la carta y la abrí. Naturalmente, debe de ser otra carta de Fredrik.
Pero no lo era.

“En un zócalo de la esquina de un pasillo, busca la llave y la siguiente nota, _______”—murmuré en voz baja.

Donde debía de decir quien lo escribió, se veía borroso, y no se podía leer. ¡Fantástico, maldita sea! ¿Justo ahora? ¿Qué significaba esto? Me paré, disponiéndome a llamar a Lilly o a Daniel y contárselo. Pero me resigné en el último minuto. No necesitaría ayuda. Sencillamente esperaría a que todos se vayan a dormir y saldría a buscar la nota y la supuesta llave. Aunque no entendiera de qué va todo este rollo.

—¿Kath? —oí una voz de afuera—¿Ocurre algo?
—¡No, nada, nada! ¡Estoy hablando con Lilly!

Mi móvil comenzó a sonar, cuando vi la pantalla, dije:

—Lilly—suspiré—. ¿Hola? ¿Lilly, ocurre algo?
—¿¡Serías tan amable de abrir la puerta, Kathie!?

Estuve a punto de soltar un ¿Quééé? Pero me reprimí en el último minuto.

—¿Cómo?—solté en vez de eso.
—Pues sí, estoy en frente de la puerta de tu habitación, junto con Daniel.
—Podrías haber dicho quien eras.—suspiré nuevamente y abrí la puerta.— Hola.
—¡Hola Kath!—me dijo Daniel.
—Vaya, vaya, así que estabas hablando con Lilly, eh… ¡Oh! así que al fin has ordenado tu habitación…—Lilly me dirigió una mirada divertida.

Sonreí irónicamente.

—Sí, ¿has visto? En realidad no fui yo, fue mi madre.

Ambos rieron entre dientes.

—¿Ya has empacado todo?—me preguntó Daniel.
—Sí. Y al parecer ustedes también—ellos llevaban en sus manos una pequeña valija.
—Ja,ja. Si, oye, ¿qué es esa carta?preguntó interesado.
—¿Hum? ¡Oh! Es una carta que me acaba de llegar. Pero no es de Fredrik, no se puede ver quién la escribió. Dice unas indicaciones para encontrar…
—¡Dame eso!—me chilló Lilly entusiasmada.— ¡Qué guay! ¡Vamos a buscar esa llave y la siguiente nota, chicos, seguro que nos será de ayuda!—soltó rápidamente luego de leer.
—Pero, ¿y si nos descubren?—preguntó Daniel.
—Bah, no nos pillarán, cualquier cosa utilicemos la excusa de que se nos ha perdido una llave debajo de un zócalo. Pero vayamos cuando todos estén durmiendo, es decir, prácticamente, en diez minutos.—miró su reloj.

Estuvimos todos de acuerdo, al final arreglamos para que yo finja despedirme de los chicos e ir a dormir, y en vez de irse a sus respectivas casas, dan la vuelta y luego suben por la soga que sigue estando atada a mi ventana.

Bien, parecía fácil. Hemos estado el resto de la noche jugando al Scrabble hasta que “dije” que Daniel y Lilly “debían irse”, esperé veinte minutos esperando que se duerman todos, y luego abrí la ventana para dejar pasar a los chicos.

—¡Bien, podemos empezar!—susurró Daniel, y salimos de mi habitación.
—La verdad es que esta soga es bastante práctica.—dijo Lilly también en un susurro, mirando a su alrededor con cara de aprobación— Yo que tú no la saco nunca.

Cuando salimos al pasillo del segundo piso de mi casa, estaba todo oscuro y silencioso, y avanzamos tanteando a oscuras y palpando las paredes para no caer por la barandilla. El pasillo no era muy ancho.

Hemos estado buscando por cada zócalo en todas las esquinas hasta que encontramos uno que extrañamente tenía una mínima y pequeña manijita para abrir.

¡Eh, chicas, aquí! Mirad; tiene una manija pequeña.dijo Daniel.

Hemos tardado como diez minutos en abrirla, porque nuestros dedos eran demasiado grandes para la pequeña manija.

—¿¡Y!? ¿¡Qué dice!?—preguntó Daniel con un brillo divertido en los ojos.
—Dice: “Si estás leyendo esto, veo que has hecho bien. Cuida la llave, te será de gran ayuda en el futuro. Siempre llévala contigo.”—redacté.
—Si, perfecto, terminamos, ¿ya podemos irnos a casa? Me temo que allí me espera mi cama.—dijo Lilly impacientándose.
—Vale, está bien—dije yo—. Procurad no hacer ruido, Melanie se despierta con el más mínimo ruido.

Comencé a guardar la nota en el bolsillo de la chaqueta y la llave me la enganché junto con el colgante. Y en ese mismo momento pude ver en la oscuridad, en la estantería, una palanca. Perdí mi vista mirando aquella palanca, luego me levanté y fui hacia ella, y, justo cuando estaba por tocarla, oí:

—Eso es cierto, me despierto con bastante facilidad—dijo una voz detrás de mí.





—¡Maldición!dije en voz baja, semi-dormida.

A la mañana siguiente, cuando me desperté, me caí de la cama, otra vez había soñado que me caía en el vacío, por lo que me caí luego de dar un respingo.

Me quedé un rato en el suelo y luego me levanté y miré la hora en el despertador, eran las 7:00. <<Bueno, eso me dejan ventajas para ver esa extraña palanca.>> —pensé.

Fui hacia el baño y me lavé los dientes, mejor sería bañarme en una hora. Ni siquiera me había preocupado por cepillarme los cabellos, estaban todos dormidos y no podrían burlarse. De pronto recordé cómo tuve  que reñir anoche.

Melanie había aparecido por detrás  de mí, llevaba puesta una bata verde muy chistosa y una mascarilla verde por toda la cara. Me miraba sombríamente.

—¡Melanie!  ¿Q-qué haces aquí? —miré hacia atrás, esperando ver a Daniel y a Lilly, pero ya no estaban.

—Mejor dicho, ¿Qué haces tú aquí?—había dicho ella.

Si en ese momento no hubiera estado tan cansada se me habría ocurrido una mejor historia, pero, la que puse tampoco estaba tan mal.

—Yo… me había desvelado y vine a buscar un libro para leer. De cualquier forma no sé con qué más podría intentar dormirme, o cansarme la vista.

Melanie levantó una ceja.

—Y al parecer te habías desvelado también ayer, ¿no es cierto?—me había dicho con un ligero tono retador— Ya van dos noches que me vas despertando. Por lo que un libro no te ayudará a dormirte. Y es difícil dormirse si antes de la noche te tomas un café antes de dormir, y, por cierto, creí que odiabas el café.
—¿Cómo?—le miré extrañada. Era cierto, me había tomado discretamente un amargo y horrible café, para estar despierta mañana, y no dormirme por ahora.
—Te vi, Kathleen. ¿Dime, porqué tomaste café antes de dormir? ¿Acaso planeas escaparte por la noche? ¿Crees que no me di cuenta de los cuchicheos en la escuela con la pecosa y Daniel? Todo esto me resultó realmente extraño, ¿sabes? en especial viniendo de una personita tan estúpida como tú. He visto a mamá más tensa de lo habitual, y Mike incluso está siendo más amable conmigo.
—Yo…—comencé a decir en un acto reflejo, aunque no sabía que decir a continuación, pero Melanie me interrumpió.
—No me des ninguna excusa, sé que te estás escondiendo algo, Kathleen. Primero tu forma rara y torpe de actuar, aunque no es ninguna noticia, siempre has sido una chiquilla con poca capacidad cerebral, luego la carta, y ahora el café y deambulando por la casa en mitad de la noche, dime, ¿no te parece algo raro?
—Entiendo que sospeches, pero, pero, pero…—mis cualidades de actriz no estaban muy presentes en esos momentos, pero, inspiré hondo e hice como si estuviera dispuesta a apostar todo a una carta— Por la noche escucho ruidos luego de aquel incidente del bosque, veo sombras, ¿no sería algo normal querer investigar de qué va todo esto? He salido porque quería buscar pistas, ¿entiendes?

Melanie levantó muy ligeramente ambas cejas, parecía, de alguna forma, francamente impresionada, y también pareció creerlo. Sin embargo, se rehízo inmediatamente y no movió ni una pestaña.

—Muy bien. Te creo. Pero te estaré vigilando, ¿DE ACUERDO?—me dirigió una mirada teatral antes de irse a su habitación.—Oh, definitivamente necesito descansar, me duele tanto la cabeza… Y todo por culpa de esa maldita hermanastra.—dijo cuando entró a su habitación, puse los ojos en blanco. Nunca pensé que hablaba sola.

En esas circunstancias, renuncié a ir a ver la palanca.




De repente volví a la realidad. Faltaba media hora para que todos se despierten y yo debía aprovechar ese tiempo para buscar la palanca.
Salí de mi habitación con los cabellos revueltos y enredados, y mi ejem… patético pijama de snoopy. Procurando no hacer ruido, fui por el pequeño pasillo, pegada a la pared y dirigiendo una mirada llena de horror a la caída por la barandilla, y me dirigí hacia la estantería.

Juraría que esa palanca estaba allí, pero no había ni rastro… Eso sí que era raro, ¿cómo es que estuviera allí anoche y hoy por la mañana no? Revisé por cada espacio que había por los libros, pero nada. Finalmente me senté en el piso, y pude ver en la fila de libros más baja y llena de telarañas la pequeña manija.
Mi rostro se iluminó al visualizar la manija, y sin más y sin menos giré la manija hacia arriba.




          *PUM*




De repente , antes de que suelte la manija, la estantería se dio la vuelta, como en una auténtica película de misterio, y me encontré en una habitación.

Estaba todo realmente oscuro, sin ninguna mínima luz, y busqué un interruptor, que, para mi suerte, estaba justo al lado mío. Prendí el interruptor, y luego se encendió un foco que colgaba desnudo en el centro de la sala. La cosa era totalmente aterradora. En especial porque apenas di un paso, me encontré con la cara llena de telarañas.
Me pasé las manos por la cara, quitándome todas las telarañas, asqueada. Avancé un poco más, y pude ver un poco mejor la habitación, a la luz que el foco daba pude ver un escritorio viejo y lleno de telarañas—al igual que todo lo demás que había en la sala— que tenía un tintero, algunos cajones y hojas viejas y libros viejos arriba. También en el escritorio había una silla para sentarse, con una pata rota. Luego, como por arte de magia, la luz resplandeció mejor, e iluminó toda la habitación, haciendo que me sobresaltara, pero eso no quitaba el aspecto aterrador, porque la sala tenía una luz amarillenta, como en los bailes de las épocas pasadas, solo que yo estaba sola en la habitación.
Miré mejor a mi alrededor; pude ver dos divanes viejos y polvorientos en un lado, uno estaba lejos y el otro estaba no muy lejos del escritorio, la sala era extensa. En todas las paredes había estanterías bibliotecas enormes, y había una especialmente que me llamó la atención, que estaba cerca del escritorio. Avancé hacia él, y pude ver mejor lo que había arriba del escritorio, unos cuantos libros polvorientos que ya ni se podían leer estaban arriba de él, y también había hojas viejas que no tenían nada escrito.


Exceptuando una nota.

La cogí y comencé a leerla. Tenía una letra realmente prolija.

<<Te regalo un libro; coge el que quieras, pero escoge bien.>>

Más notas raras, ¿quién las habrá escrito? Dejé la nota en el escritorio de nuevo y me dirigí a la estantería que estaba cerca del escritorio.
Miré bien todos los libros, ninguno me llamaba mucho la atención, la mayoría eran sobre herrería o carpintería y cosas así. Pero cuando pasé otra vez una mirada de soslayo, pude ver algo que me llamo la atención. Era un libro titulado “Arcana lithuaras"  No entendí por qué me llamaba la atención, quizá haya sido el título, que estaba en un idioma desconocido para mí, era algo parecido al latín.

Cogí el libro y le soplé todo el polvo, que era bastante, y me hizo toser.  Quise abrirlo, pero no pude. Tenía un candado cerrado, necesitaba una llave, pero, ¿Cuál?

Me llevé la mano a la barbilla y mi brazo rozó mi colgante, que comenzó a brillar por alguna razón.

—¿Qué ocurre?—dije, y centré mi atención en la llave—¡Mi llave! Quizá esta pueda ser la que abra el candado.

Vacilando, cogí mi llave que colgué junto con mi colgante azul y la metí en el candado, ¡perfecto! Encajaba. Giré la llave, pero el libro no se abrió.

—Oh, no. ¿Por qué…?—dije en voz baja. Quizá este no sea el libro correcto. ¿Cómo voy a saber cual es libro? Estaba segura. Era el único que me llamaba la atención y el más interesante, para mí, por lo que sin más remedio me llevé el libro igualmente, dispuesta a salir, ya que faltaba poco para que todos despierten.

Fui corriendo hacia la palanca, dispuesta a salir de aquel tenebroso lugar, con mi libro. Giré la palanca y la estantería, como antes, se dio la vuelta, encontrándome sola en el pasillo de mi casa.

Caminé sigilosamente por el pasillo con barandilla procurando no hacer ruido ni caer, yendo a mi habitación. Pero cuando entré, no estaba sola, vi a Melanie con su bata verde chistosa y su mascarilla del mismo color en mi habitación, que tenía la carta que Fredrik me había dado antes, en sus manos.

—¡Melanie! ¿¡Qué haces aquí!?—le dije aterrada, ¡Oh, dios, no! ¿Y si se da cuenta de todo el plan? ¡Se arruinará todo!

Ella giró sobre sus talones,  sorprendida.

—¿Dónde te habías ido?—me preguntó desconfiada.
—Fui al lavabo.—dije rápidamente.

Me examinó dos veces de cabeza a los pies, levantando una ceja.

—Si estabas en el lavabo, ¿cómo es que estás llena de telarañas?

Me miré, era verdad, estaba con algunas telarañas en el pijama.

—También fui al sótano. Quería buscar un álbum de fotos, pero al parecer no estaba allí. ¿Qué hacías en mi habitación?—pregunté para que se olvidara del tema.
—Quería ver que era esa carta misteriosa que tenías el otro día—dijo alzando la carta de Fredrik— Pero no se puede leer nada, no tiene nada escrito.
—¿Cómo?—pregunté estupefacta.
—Que no tiene nada escrito. ¿Qué, acaso antes tenía algo?

Miré la carta, y pude ver claramente que sí estaba escrita. Pero Melanie no podía ver nada en el papel. Recordé las palabras de Fredrik; <<Sólo pueden ver el reino quienes pertenecen a él>> ¡Claro! .Enseguida me rehíce de mi estupefacción y contesté:

—No, no, no había nada escrito, no entiendo porqué antes estabas tan interesada.
—Bien, ya entiendo tus indirectas diciéndome que te deje tu habitación, pero, te estaré vigilando, estoy segura de que aquí hay algo que no encaja—y dicho esto, se echó el cabello atrás con un movimiento enérgico y se fue dignamente.

Lanzando un profundo suspiro, me dejé caer en la cama. Sinceramente ya no podía más, demasiadas cosas en la cabeza para digerirlas todas a la vez.

Me quedé un rato ahí tirada, y luego fui al baño y me duché, utilizando cantidades de shampoo ya que las telarañas de mi cabello parecían no salirse con nada.
Salí de la ducha, me envolví en una toalla y busqué ropa en mi armario, cogí una campera ligera (Fredrik me había dicho que en aquel reino hace calor la mayor parte del tiempo), una blusa negra de tirantes, unos vaqueros simples y zapatillas comunes.
Volví al baño y me cepillé los cabellos—aún no me había peinado—, y, luego, volví a mi habitación.
Como estaba aburrida y no sabía qué hacer, me tiré de nuevo en la cama y cogí el móvil, dispuesta a llamar a Daniel y a Lilly.
Pero en ese momento soy interrumpida:

—¿Nos vamos, o qué esperas?

Me di la vuelta sobresaltada, viendo a Daniel, que estaba sentado en mi ventana desde afuera.

—¿¡Daniel!? ¿Qué haces aquí? Acordamos en irnos al atardecer.—dije confundida.
—Si, si, lo sé. Pero el vampiro ese raro dijo no-se-qué y no-se-qué-más y por eso vamos a irnos ahora, Lilly y él están esperando abajo.—dijo con una sonrisa radiante.
—¡Oh! Pues… está bien—dije lentamente— Espérame, cogeré la valija.

Fui corriendo al armario y saqué de él una mediana valija con todo preparado para ir a Desideria.
Luego me dirigí a la ventana y le tendí la valija a Daniel, este la cogió y la tiró hacia abajo.

—¡Daniel!
—¿Qué?—me miró con inocencia— Soy un hombre, pero eso no quiere decir que sea la persona más fuerte de este planeta.

Me eché a reir.

—¿Ah, si? Bien, "Hombre", baja que si no me pillarán.

Cuando el ya bajó con Lilly y Fredrik, yo comencé a bajar, no sin antes dirigir una mirada a mi habitación. Apreté los labios. Ya no los vería más, ni a Olivia, ni Mike, ni Melanie (por más odiosa que sea conmigo)…
Hice tripas corazón y aparté la mirada, luego bajé por la soga.

—Bien, creo que ya podemos irnos.—dijo Fredrik esbozando una encantadora sonrisa.

Los ojos de Daniel y Lilly brillaban de emoción. Y supongo que los míos también.

Dirigí una última mirada a mi casa, y luego Fredrik me dijo:

—¿Vienes, Kathleen?
—¡Si, si, ya voy!—y dicho esto, me adelanté hacia donde estaban ellos.